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» Cuando consumimos glúcidos rápidos, como ocurre al tomar bebidas y alimentos azucarados, el motor se embala: la glucosa en sangre aumenta rápidamente, haciendo aumentar en la misma proporción los niveles de insulina. Unas dos horas más tarde, esta glucosa desciende por debajo de su nivel base. Entonces el efecto de la serotonina, en sí mismo, debilita el organismo. Como si de un “chute” de droga se tratase, el efecto del azúcar es inmediato y muy potente, pero desaparece rápidamente. Y entonces el cuerpo pide otra “dosis”. »
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